22 de agosto de 2006

Tiempo

Federico Reyes Heroles
Reforma
22 de Agosto del 2006
"El tiempo y yo somos dos".
Quevedo

El enfado, la irritación de muchos mexicanos por las afrentas a las instituciones del lópezobradorismo deben ser leídas en la difícil construcción de nuestra democracia. Debemos dimensionar los tiempos. Pensamos que la alternancia en el Ejecutivo federal era la prueba mayor y ahora nos damos cuenta de la debilidad de nuestra cultura democrática. Un tercio de los mexicanos está convencido -a pesar de las nulas pruebas- de que el 2 de julio se operó un gran operativo de fraude. ¿Qué hacer? Sólo en un tiempo largo se lograrán disminuir, que no erradicar, las dudas. Se necesita más y mejor información, mejor argumentación y mucha paciencia.

Con su estrategia de resistencia civil López Obrador arrincona varias fechas claves de la vida cívica del país. ¿Se moverán las huestes de AMLO? Nada hace suponerlo así. De hecho han ampliado su estrategia de confrontación: San Lázaro, la Catedral, el Auditorio. Están es su Marcha de la Locura, para recordar a Tuchman. Todo pareciera indicar que buscan un incidente. Dos son las posturas para encarar la situación. Por un lado quienes sostienen que la fuerza pública debería de proceder para permitir los rituales. La otra postura que busca evitar la confrontación. Por ella me inclino. En alguien debe caber la prudencia.

En todos los rituales hay cierto grado de maniobra. Vayamos a la primera fecha, el 29 de agosto: la instalación del Congreso. La ceremonia tiene que llevarse a cabo pues el acto solemne es parte del rito de la continuidad de la vida institucional. Sin embargo, los legisladores podrían cambiar de sede. ¿Supone ello una cesión? Sí: quitar el símbolo de San Lázaro de en medio. También es cierto que muy probablemente en la sede alterna se presentarían los mismos problemas. ¿Qué se ganaría entonces? Algo muy simple, se exhibiría la intolerancia del "lópezobradorismo". Nada más, nada menos. Y cabe también la remota posibilidad de que la ceremonia transcurra sin sobresaltos.

¿Qué hacer con el Informe presidencial? El ritual está en apuros desde hace 18 años sin que los legisladores hayan podido ponerse de acuerdo en un nuevo formato. De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox, pero sobre todo los ciudadanos, han tenido que padecer ceremonias interrumpidas por la gritería sin que los argumentos se escuchen. El presidente en turno del Congreso repite como perico un mandato de no interrupción que nadie acata. Primero lo padecieron los priistas, ahora los panistas. Fox ha estado de los dos lados. Es un mal negocio para todos. El artículo 69 es ambiguo: el Presidente debe presentar un informe por escrito, pero nada dice de la lectura. Quizá haya llegado el momento de dispensar la lectura del mensaje político para no exponer al Presidente, al Congreso y a la nación a horas de diatriba.

El festejo el 13 de septiembre en el Castillo con Reforma tomada pareciera imposible. La fuerza pública tendría que entrar a Reforma. ¿Puede cancelarse la ceremonia? La respuesta es sí. Es una afrenta a las instituciones, en particular al Colegio Militar, también. Hay un costo, simbólico de nuevo. El 15 de septiembre el Presidente podría optar por dar "El Grito" en Dolores para evitar la confrontación. El acto podría ser interpretado como un acto de debilidad, sí. Pero también de prudencia. Lo mismo sucedería si se busca una ruta alternativa para el desfile del día 16. Sin duda las Fuerzas Armadas lo sentirían como un desdoro, pero qué va primero. Todo sea para seguir la consigna de Quevedo y poder escapar de la trampa que los tiempos nos han tendido.

Mientras todo esto ocurre, el Tribunal -fuertemente ofendido por AMLO- llegará al final. Si AMLO gana -opción muy poco probable- se acaba el problema. Si Calderón es confirmado como ganador y AMLO, como ya anunció, lo declara "espurio", quedará claro que se agotaron todas las instancias legales y se desnudará en definitiva el carácter contra-institucional del movimiento. En todo caso ganando tiempo saldremos de este impasse en el cual ni el IFE ni el Tribunal y tampoco el Legislativo saliente ni el entrante y menos el Ejecutivo están en buena posición para defender a las instituciones. En un mes la situación será muy diferente. Habrá 628 legisladores federales en ejercicio. Habrá Presidente electo. Ya no estaremos en litigio nacional. El terrible paréntesis habrá terminado. El ejercicio de las facultades obligará a asumir el papel institucional y no tendremos tantos rituales por enfrente. La radicalización ha mellado al movimiento. Los argumentos del Tribunal bien vendidos deben convencer. Las incontables cortinas de humo lanzadas por AMLO se van disolviendo. Las vapuleadas instituciones se recuperarán. Terminado el litigio, habrá más claridad. Para diciembre tendremos la renovación del Ejecutivo con los apoyos fácticos que ello genera y lo mejor que nos puede ocurrir es no llevar en la memoria otra fecha trágica o mítica.

El enorme déficit de legalidad de México se ha agravado en los últimos años. No es el mejor momento para ajustar cuentas con una cultura de subversión de las instituciones que todos los actores han fomentado. Éstas son las consecuencias. La batalla frente a la opinión pública no se ha ganado. Necesitamos tiempo para disminuir la polarización y restablecer a la mellada autoridad. En unos años las que hoy nos parecen concesiones dramáticas las veremos como anécdotas. Sólo ganando tiempo saldremos de esta encrucijada.

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