Carlos Marín
Milenio – El Asalto a la Razón
28/08/2006
La virulencia de muchos mensajes que desde hace algunas semanas llegan al correo que calza este espacio (sin el aderezo de los insultos y las amenazas), corresponden a la perversidad con que Andrés Manuel López Obrador viene azuzando contra medios y periodistas.
Ante lo imposible de probar el “fraude electoral” de que habla, orienta sus baterías contra quienes nada tuvieron qué ver con su fracaso en las urnas.
Ignorante de que, como en las especies, en los medios informativos se da una selección natural, y de que el periodístico es un oficio libre, liberal, libérrimo, libertario y hasta libertino porque lo ejercen personas libres, pergeña patrañas como la de ayer en su mitin zocalero:
“¿Cómo quieren que aceptemos sin chistar lo que se dice en los medios de comunicación, cuando son usados para llevar a cabo una acción propagandística de sometimiento a favor de la derecha y del autoritarismo? ¿Cómo piden silencio y aceptación a la decisión del Tribunal, si ello implica que se consuma un golpe de Estado en nuestro país…?”.
Acostumbrado a usar instituciones y personas, cree que los medios, al igual que él y su partido, son totalitarios, y quiere inclusive hacer creer que se tendió en su contra “un cerco informativo”, pero bien sabe que no puede citar un solo caso (algún diario con lectores, una radiodifusora con audiencia, una televisora con televidentes) en que le hayan cerrado las puertas.
Sin embargo, siembra el odio al que se refirió Ciro Gómez Leyva en su columna del viernes, pero no sólo contra quienes opinan distinto a él sino —aguas!—contra el simple hecho de informar.
No le gusta que se ponga en duda la calidad ética de su comportamiento porque es incapaz de aceptar que el autor intelectual y material de su derrota se llama… Andrés Manuel López Obrador.
Aunque desde la campaña dijo que sus adversarios aplicaban la receta nazi de que una mentira mil veces repetida se vuelve “verdad”, tal ha sido precisamente su estrategia, neceando para que a él y a sus acólitos se les crea que todo el mundo (Porfirio Muñoz Ledo declaró a El Universal que el “fraude” se maquinó en Europa), con excepción de “la gente” (“el pueblo”, “los pobres”, “los de abajo”, “los buenos”), conspiró en su contra.
¿Cómo darle por su lado cuando tiene la descocada osadía de tirar línea para que sus feligreses lo designen “Presidente legítimo”, “encargado del Poder Ejecutivo”, o “jefe del Gobierno en resistencia”?
Solía decir que lo único que no debe hacerse en política es el ridículo, pero no comprende que aceptar “a como dé lugar” que su gallito ponga su depa en Palacio Nacional, es conceder que Calígula tuvo razón cuando hizo senador a su caballo.
cmarin@milenio.com
28 de agosto de 2006
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