28 de agosto de 2006

El otoño apocalíptico de López Obrador

Ciro Gómez Leyva
Milenio - La Historia en Breve
28/08/2006

Hoy, con las primeras resoluciones firmes del Tribunal Electoral, comenzará el otoño de la crisis política mexicana. El verano, que debería haber traído certezas y salud, se evapora entre amenazas cargadas de odio.

Andrés Manuel López Obrador marcó ayer el cambio de estación y ratificó al 16 de septiembre como fecha para declarar, formalmente, la insurrección, sea con el modelo del gobierno paralelo, el de las operaciones callejeras para pelear contra la “usurpación” o una mezcla de ambos.

Los movimientos son cada día más claros. Si alguna característica ha tenido la agitación lopezobradorista es la secuencia lógica de su discurso y sus acciones.

El líder fue transparente ayer en la plaza al expresar: uno, “nos asiste la razón histórica”; dos, “la Nación nos necesita”; tres, “es ahora o nunca”; y cuatro, “yo no voy a traicionar al pueblo de México”. Y remató: “Ya no tenemos ningún respeto por las instituciones actuales, porque ya no son las del pueblo; por eso vamos a crear las nuestras”.

Es la insurrección, la hora de materializar la batalla apocalíptica entre el pueblo bueno y la siniestra conspiración de las fuerzas corruptoras. El otoño del 2006, con su simbolismo de septiembres patrios y noviembres revolucionarios, es el momento justo para ir al frente: ni una estación antes, ni una después. De López Obrador y sus duros no cabe esperar un análisis racional de intereses y deseos: viven ya la fase de la “purificación” social.

Hay, desde luego, mucho de legítimo en su bandera por la dignidad, en su denuncia de la gravísima situación cotidiana de millones de personas y en su punzante señalamiento contra el México de las instituciones que funcionan más para perpetuar privilegios que para ensanchar libertades.

Pero incluso así, nada parecería darle la razón a su proyecto de abrir la batalla apocalíptica aquí y ahora. Porque hay todavía etapas por agotar. Porque si fracasa, dinamitaría mucho de lo conquistado política, social, culturalmente. Y, sobre todo, porque si tiene éxito, México se encaminaría al túnel de alguna forma de totalitarismo, que (hasta donde entiendo que se ha medido) es exactamente por donde millones de mexicanos no quieren atravesar.

gomezleyva@milenio.com

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