Jesús Martínez Álvarez
Crónica
31 de Agosto de 2006
Si en algunos mexicanos está presente la idea de fraude en las recientes elecciones presidenciales, ello es consecuencia sólo del dicho y su repetición: ¡fraude, fraude, fraude..! Pero no se ha presentado ninguna prueba de que tal fraude haya existido. ¿O dónde está?
Quienes asumimos sin prejuicios los asuntos públicos, y somos muchos los mexicanos que lo hacemos, estuvimos dispuestos a conocer y en su caso aceptar las pruebas del fraude señalado por la Coalición que lo sostuvo. Pero las pruebas nunca llegaron. Y las pocas que se presentaron se derrumbaron sin que nadie las demeritara: se derrumbaron solas.
Subrayo la existencia de muchos mexicanos que observamos, o participamos en la vida política sin prejuicios, porque a veces el ir y venir de las declaraciones parece querer imponer la percepción de que existen dos bandos y hay que escoger. La disyuntiva es falsa: no hay por qué optar entre uno y otro.
El candidato que según todos los indicios obtuvo el segundo lugar en la votación, ha conducido la discusión a “o estás con uno o estás con otro”. Y aún más: “si estás conmigo, estás con la democracia, la justicia, la verdad, los pobres, la esperanza; si no, eres de derecha, reaccionario, traidor, corrupto”.
Esta dicotomía lleva al reduccionismo extremo: nadie puede estar en medio. O somos buenos o somos malos. Para ser bueno, hay que gritar ¡fraude!; para ser malo, basta con decir que se respete la decisión de las instituciones.
México no es así, desde luego, ni la realidad tampoco. Hay medios tonos, hay una amplísima gama de pensar y de comportarse, de analizar y de expresarse.
Hay que tener cuidado. Se ha vuelto lugar común decir la sociedad está polarizada. Existe, desde luego, el riesgo, pero más allá de los círculos cercanos a los dirigentes de la llamada resistencia, somos mayoría los que podemos dialogar con los que piensan diferente, somos mayoría los que analizamos sin fanatismo, discutimos con apertura, proponemos sin intereses. Somos mayoría los que preferimos reflexionar sobre los hechos a deambular confundidos entre las palabras que pretenden afirmar sin probar.
No hay razón para aceptar la imposición de que los mexicanos están, ya, polarizados. Eso quisieran algunos dirigentes políticos. No hay que comprar la idea y asumirla como hecho consumado. A la vez, hay que estar atento para que no ocurra. Mientras usted pueda platicar con su vecino, aunque tengan posiciones política diferentes, o mientras pueda circular un auto que lleva mensajes de respaldo al PAN o a la CPBT sin que nadie siquiera le grite, mientras en comidas familiares se converse abiertamente sobre la circunstancia política actual… mientras todo eso ocurra, querrá decir que aunque algunos quisieran vernos confrontados no lo estamos, y querrá decir que la población está muy por encima de convocatorias a la división y a la actitud rijosa. Pese a los reiterados llamados a la escisión, la sociedad ha mostrado su madurez y no se ha dejado llevar por el mensaje de la confrontación.
La derecha es una opción para quien quiera tomarla, como lo es la izquierda. Ninguna es sinónimo de traición ni de corrupción ni de heroísmo ni de santidad. Usar alguna de esas expresiones para denostar a otro, como si se tratara de un insulto, es un recurso más del reduccionismo.
Pero, además, no son las únicas opciones y, aunque lo fueran, estos términos llevan implícitos centenas de matices.
Asoman días difíciles, ya que algunos se han apropiado del calendario para intentar tomar a la sociedad como rehén. Vienen, pues, fechas simbólicas y días difíciles: 1, 15 y 16 de septiembre, 1 de diciembre. Fechas que desde hace mucho son de paz y fiesta, y que ahora, según la amenaza que se cierne, pueden ser de violencia e incertidumbre.
Los actores políticos deben estar a la altura de la sociedad. Prudencia, mesura, responsabilidad, firmeza. Conducta en el marco de la ley. La sociedad requiere estar a la altura de sí misma, no sumarse a la irracionalidad, a la desmesura, al fanatismo. Pensar por sí mismo. Escapar del simplismo, sustraerse a la convocatoria que desafía.
Cuando se anuncia una pelea de un campeón de box, la pregunta es obligada: contra quién. Es obvio: hacen falta dos.
Las fechas llegarán fatalmente, pero es falso que fatalmente también llegue la confrontación. No acudamos al llamado que divide. Se cansará, se quedará en el vacío, se ensordecerá a sí mismo.
Encontremos una forma de expresar hoy y mañana nuestro deseo, nuestra exigencia, nuestra determinación, de que nadie altere nuestra paz y convivencia. Somos muchos más que unos cuantos.
emilio.martinez@congreso.gob.mx
Diputado Federal de Convergencia
LIX Legislatura
1 de septiembre de 2006
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