1 de septiembre de 2006

Obrador, una amenaza para México

El Mundo (España)
Editorial - Opinión
30-08-06

Hace casi dos meses que se celebraron elecciones presidenciales en México. Las urnas dieron la victoria -aunque ajustada- al conservador Felipe Calderón. Los resultados fueron avalados por los observadores de la UE, que acreditaron la limpieza del proceso. A pesar de ello, el líder de la formación de izquierda PRD, López Obrador, no acató el recuento provisional y prefirió esperar al pronunciamiento del Instituto Federal Electoral, que confirmó la victoria del candidato continuista.

Obrador dio evidentes muestras de que no sabe perder y amenazó con organizar protestas callejeras si no se computaban de nuevo todos los votos. Desde entonces, miles de sus seguidores han acampado en las calles de la capital para presionar al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, última instancia competente en la materia, que, tras la revisión de 375 impugnaciones, ha certificado que las modificaciones no afectan sustancialmente a los resultados del 2 de julio.

Ahora Obrador ha dado un paso más en su desafío al Estado. Afirma que los jueces constituyen «un grupo de privilegiados y de extremistas de derecha», y que han tomado una decisión política y no jurídica. Por ello, no considera legítima la victoria de Calderón y, tal como ha insinuado más de una vez, pretende formar un gobierno paralelo y llamar a la resistencia civil pacífica. Su auto investidura tiene incluso fecha, será el próximo 16 de septiembre. Con esta actitud, el candidato de la izquierda abandona definitivamente la senda moderada que le acercaba a Lula o Bachelet y se decanta por seguir el trazado revolucionario que permite compararlo, sin matices, con Morales y Chávez -con la gran diferencia de que el ex alcalde mexicano ni siquiera cuenta con el respaldo de las urnas-.

La irresponsabilidad y la demagogia de Obrador puede tener nefastas consecuencias para México, un país que, desde que se desprendió de la losa que representaba la corrupción del PRI -partido que monopolizó el poder durante más de 70 años-, había emprendido el camino de la normalidad democrática. El presidente saliente, Vicente Fox, inició durante su mandato la difícil empresa de la modernización económica y social. Calderón afronta el gran reto del país azteca, reducir las diferencias entre ricos y pobres, y para ello es imprescindible la estabilidad institucional. Si Obrador no entra en razón puede sumir a México en una crisis de tal magnitud que echaría por tierra el camino recorrido en los últimos 10 años.

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