Carlos Ramírez
La Crisis - Diario de (Pos) Campaña
02-09-2006
La Crisis - Diario de (Pos) Campaña
02-09-2006
Desde mis ojos insomnes
mi muerte me está acechando,
me acecha, sí, me enamora
con su ojo lánguido.
Anda putilla del rubor helado,
anda ¡vámonos al diablo!
José Gorostiza. Muerte sin fin.
mi muerte me está acechando,
me acecha, sí, me enamora
con su ojo lánguido.
Anda putilla del rubor helado,
anda ¡vámonos al diablo!
José Gorostiza. Muerte sin fin.
El tiempo, dicen, todo lo cura. Pero antes, el tiempo todo lo acumula, todo lo recuerda, todo lo asimila. Los hombres quieren ignorar al tiempo, pero en su última instancia el tiempo es el que marca el ritmo de la vida. Llega una fase del tiempo casi a su final. Y los hombres se desesperan y hasta enloquecen tratando de luchar contra el tiempo. Ilusos.
Y en efecto, cuando pasa, no pasa nada.
¿Por qué López Obrador no se lanzó sobre la Cámara como Lenin en el asalto al Palacio de Invierno? ¿Por qué el PRD redujo su protesta al cerco policial y no contra el fraude electoral? ¿Por qué el PRD tomó posesión de sus curules e hizo uso de sus espacios legislativos? ¿Por qué el PAN y el PRD le cedieron la plaza a los perredistas? ¿Por qué Fox no autorizó al Estado Mayor Presidencial a que lo ingresaran al salón del pleno? ¿Por qué ayer no pasó nada?
Porque lo que pasó es que no pasó nada. Crujió el protocolo de las relaciones del legislativo con el ejecutivo. Pero al rato el presidente entrará otra vez. Como antes. Al final, el PRD simplemente tensó la liga pero no al rompió. Sabe que cuenta con el 20% y su popularidad va para abajo. Entiende que con esa minoría no es posible iniciar una revolución; vamos, ni siquiera alcanzan para una revuelta. Bastó un cerco policial para exacerbar los ánimos del PRD. En realidad, el PRD quería un circo, con las masas irrumpiendo en el Palacio y Fox encarado a esa parte pequeña de la realidad que eludió a lo largo de todo su sexenio.
Así que no pasó nada. Nada fuera de lo normal. Nada amenazante. Por eso insisto: la movilización del PRD no perfila una crisis política. El asunto sigue en el nivel del conflicto político por la intolerancia de una minoría. El país vio con pasmo el informe presidencial en spot. Y no pasó nada. Ya se esperaba, ciertamente. Pero había temores de un intento de agresión física al presidente de la República.
Ahora vienen los costos. López Obrador volvió a las andadas. Es uno de los políticos que le gusta tropezarse muchas veces con la misma piedra. Cuando mandó al diablo las encuestas, su popularidad bajó; hoy mandó al diablo a las instituciones. Y cuando, el rostro descompuesto, rojizo de la sangre acumulada, López Obrador le gritó al presidente Fox “¿¡cállate, Chachalaca!”, su popularidad se vino al suelo. Ayer fue obvio que López Obrador volvió a callar al presidente. ¿Eso es democracia? No. Es resentimiento, amargura, desafío. Es, escribiría Juan Rulfo de su Pedro Páramo, “un rencor vivo”.
Que no cunda el pánico. No pasa nada. El PRD no se atrevió a violar la Constitución: permitió que el presidente de la república llegara al vestíbulo de la Cámara. Y hubiera podido ingresar al pleno, pero se arriesgaba a insultos y agresiones. Eso sí, el PRD violó el reglamento interno del Congreso porque impidió una sesión conjunta, evitó que el representante del PAN dijera su discurso de posicionamiento e impidió que el presidente de la República dijera un mensaje. Pero si el PRD se la pasa violando leyes secundarias, el reglamento se lo pasa por el ardor poselectoral.
López Obrador, en el Zócalo, mandó al diablo a las instituciones… y no pasó nada. El PRD violó compromisos y protocolos y no pasará nada. Claro, los costos políticos se pagan en otras ventanillas. Ayer el PRD regresó a su papel de partido violento, promotor de la ilegalidad. Un rumor comenzó a circular ayer: “de la que nos salvamos”. Pues sí, porque ése PRD, precisamente el PRD de López Obrador, iba a gobernar con él en Los Pinos. De lo que se salvó la república, sin duda. El PRD decidió asumir su papel único de partido agitador, de cabeza de resentimientos, de venganzas personales. Había muchas formas de usar la protesta. Pero no. Se trataba de hacerle una afrenta personal a Fox.
Lo que viene será más de lo mismo. Movilizaciones, agitaciones, fricciones inevitables como inútiles. Desde su minoría del 20% electoral, el PRD no va a dejar gobernar a Fox ni maniobrar a Calderón. Serán tres meses de incomodidades. Pero no será una crisis. Las instituciones, cuya inutilidad serían el indicio de una crisis, son fuertes. Ayer se vio. Sólo el PRD, con su furia en los ojos de odio del senador Carlos Navarrete, consumió capital político. Es posible que no haya grito. Ni modo. Y que tampoco haya desfile militar. Ni modo. El país no se acaba con ceremonias populares. Impedido de razonamientos políticos, López Obrador no entiende la lógica social. La suspensión de la Guelaguetza en Oaxaca, apenas en julio, provocó la indignación popular y bajó el consenso de los maestros disidentes. Lo mismo ocurrirá con el grito y el desfile. Pero como López Obrador no anda en busca de popularidad sino que quiere darle salida a su revanchismo por su derrota electoral --él que ya disfrutaba el poder, que ya había aprobado la remodelación de Palacio Nacional y que ya había repartido el gabinete-- y hasta ahí.
Si López Obrador quiere de veras una crisis política, pronto tendrá la oportunidad. A ver si la toma. El primero de diciembre Felipe Calderón asumirá políticamente la presidencia en la obligada ceremonia de protesta ante el Congreso de la Unión. Lo dice el artículo 87 constitucional. Sin protesta no hay presidente. Es la ceremonia protocolaria de asunción formal del próximo mandatario. Si el PRD repite el numerito e impide la ceremonia, dejará al país sin presidente. Entonces la maquinaria legal se pondrá en marcha: el PRD perderá su registro y los legisladores perredistas serán expulsados del Congreso. Y como no se van a dejar, entonces los perredistas tendrán la extraordinaria oportunidad de estallar su revolución.
Ahí sí entraría el país a una crisis política. La Constitución prevé ausencia de presidente o la no asistencia a su toma de posesión. Pero no dice nada sobre la toma de la tribuna para impedir la protesta. El PAN y el PRI tienen tres meses para legislar al respecto. Y el sólo debate de esa posibilidad contribuiría a sensibilizar a la sociedad de las desmesuras del PRD de López Obrador.
Así que todavía no estamos en una crisis política. Que no cunda el pánico. Lo que vimos ayer fue un divertimento político. Perdió el PRD y Fox repuntó popularidad. No, así no era. El PRD tenía, ya dije, la forma de establecer protestas con efectos mejores. Pero no. El resentimiento les impide pensar a los perredistas. Se quedan con la venganza. Y nada en la venganza es susceptible de ser aprovechado políticamente.
Lo que falta es saber qué va a pasar con el PRD y López Obrador. La convención democrática convocada por López Obrador ha irritado a perredistas porque quiere erigir un movimiento paralelo al PRD. Hubo voces perredistas que se opusieron al circo de ayer pero fueron apabulladas. Y viene la elección en Tabasco. Si el PRI gana con ventaja --como dicen los indicios--, entonces López Obrador quedará debilitado. Y su destino político sería el de Marcos, un alma en pena comprando pequeños conflictos. Nada más.
Así que ayer no pasó nada. Y si pasó…, pues luego no pasó nada. Así de fuerte es el sistema político. Así de fuertes son las instituciones. Por eso es posible decir que México no vive una crisis política, sino apenas un conflicto con una minoría gritona, resentida y ajena a la política.
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