1 de septiembre de 2006

Hoy, clímax pro-golpista o anticlímax de distensión

José Carreño Carlón
Crónica
1 de Septiembre de 2006

Los mexicanos enfrentamos este día nuevos motivos de división.

Por un lado están los ciudadanos preocupados por la democracia y por la trascendencia que para su futuro tendrá lo que esta tarde pueda ocurrir en la cita del titular del Poder Ejecutivo en la sede del Poder Legislativo.

Por otro lado aparecen los televidentes, habitantes de la telecracia, con su cultivada expectación ante el momento climático de una serie sobre luchas políticas —un West Wing localito— que cobrará su mayor raiting en el episodio de hoy, el del informe presidencial, en el que el protagonista se dirige a una emboscada y los actores que la organizan la promueven como el trance que le imprimirá un giro dramático a la serie: estremecedor, vindicativo, de extrema violencia, de incertidumbre y suspenso.

Para los ciudadanos de la democracia, lo deseable sería un desenlace anticlimático: un informe presidencial no mucho más movido que los de los últimos 18 años, en el que finalmente unos terminen por cumplir y otros por dejar cumplir los preceptos constitucionales.

Los segundos, los televidentes expectantes del episodio climático de esta tarde, esperan un desenlace dramático, eventualmente trágico, en todo caso, un gran clímax.


Pero éstos se dividen a su vez en dos:

Los que están del lado del protagonista a punto de ser emboscado y esperaran que su héroe cumpla su destino con entereza, que asuma su sacrificio para exhibir, ante los pueblos de la tierra, los retorcimientos y la perversidad de lo que son capaces los emboscadores en su propia guarida.

Y quienes están del lado de los de la guarida de emboscadores, para quienes toda vejación del emboscado resultará merecida por el agravio de haber contribuido a la derrota del líder de los emboscadores. Para éstos, toda amenaza —si allí mismo se cumple, mejor— será insuficiente para paliar la frustración de la derrota en las urnas, y toda humillación será poca cosa ante el imperativo de convertir al emboscado en rey de burlas, como paso inicial del proceso de expiación mayor que le espera en la historia que los emboscadores mismos y sus intelectuales se disponen a escribir.

Pocas veces resulta tan preciso —por su aplicación a un grado tan reduccionista— el concepto de “escenarios”, desproporcionadamente tomado de los estudios de prospectiva en los diversos campos científicos.

Porque la colección de “escenarios” que se discute en la agenda de estos días poco tiene qué ver con el análisis de variables que pueden constituir los rasgos de un futuro o de otro. Cuando mucho, los “escenarios” que nos ponen a la vista parecen diseñados por chambones escenógrafos que no ofrecen más que un menú de golpes escénicos, como de carpa, a escoger por el director de escena de cada bando, sin contar con las improvisaciones y “morcillas” que surjan de la inspiración de los actores secundarios.

¿Tumbar presidente como tumbar rectores?

A Reforma, fuentes del PRD le revelaron que existen tres “escenarios”, es decir, tres posibles golpes escénicos para este sexto y último informe de gobierno de Fox: 1) formar un cerco durante 20 minutos en torno al Presidente, mientras le lanzan injurias, 2) tomar la tribuna del salón de sesiones para evitar que el presidente suba al estrado y lea su mensaje y 3) interrumpir constantemente la lectura del informe con supuestas “interpelaciones”, probablemente hasta lograr la suspensión del acto.

A Excélsior le filtraron otros “escenarios” más fantasiosos, lo que no quiere decir que no se puedan materializar, sobre todo a la vista del Zócalo y Reforma. Uno de ellos, más que a un “escenario” parece referirse a una escenografía: se trataría de instalar un campamento sobre la tribuna de la Cámara. Y al otro nada más le falta el hielo seco y el vals para enmarcar el ingreso de un invitado especial a la sala de sesiones, justo cuando Fox empieza el mensaje, momento en el cual los legisladores perredistas se levantan de sus curules, le dan la espalda al presidente y aclaman al grito de ¡Presidente! ¡Presidente! al que llega y que no es otro que Amlo en el papel de Amlo.

Menos gracioso es el “escenario” que recoge Ciro Gómez Leyva en Milenio: tomar en rehén de guerra al presidente de la República, cerrar las puertas y no dejarlo salir: lo más parecido a someter por la fuerza a la cabeza del Estado mexicano, despojarlo de toda libertad de movimiento, ya no digamos despojarlo de todo poder, de toda facultad de gobierno, lo más cercano a un ensayo golpista: tumbar al presidente como estos emboscadores suelen tumbar rectores, entre la vejación y el secuestro.

Al finalizar la representación de esta tarde en San Lázaro, sabremos si se impuso el clímax pro-golpista, con todas las consecuencias que pueda desencadenar, o si se impuso un anticlímax que apunte al inicio de la distensión.

jose.carreno@uia.mx

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