Sara Sefchovich
El Universal
31 de agosto de 2006
Hace algunos días se publicó en un diario de circulación nacional una invitación a una reunión para constituir una "asamblea universitaria por la democracia", que prometía ser "abierta, plural e incluyente". Sin embargo, desde el primer párrafo, los convocantes establecen una posición que no cumple con ninguno de esos planteamientos: "Ante el contexto político que vive nuestro país y como parte de los esfuerzos por la democratización profunda de nuestras instituciones, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se suma a la convocatoria del movimiento de resistencia civil que encabeza Andrés Manuel López Obrador para la transformación de la vida pública en México".
La UNAM cuenta con cerca de 300 mil alumnos y miles de trabajadores entre profesores, investigadores, autoridades, personal administrativo y de intendencia. Es un vasto universo que, como tal, sin duda incluye muchas diferencias ideológicas amplias y muchas de matiz.
Entonces, ¿con base en qué alguien puede decir que "la UNAM" hace tal o cual cosa, toma tal o cual decisión o posición, se suma a tal o cual movimiento? ¿Cuándo fuimos consultados los universitarios como para que se pueda utilizar el nombre de nuestra institución para apoyar tal o cual acción? ¿Quién les concedió a los firmantes de esa invitación la representatividad como para hablar en nombre de todos nosotros y poder invocar a la institución como entidad?
La cultura política mexicana siempre ha sido así. En el siglo XIX los liberales no sólo hablaron en nombre de todos los mexicanos sino que hicieron las acciones que ellos consideraron correctas y necesarias.
Así lo escribe uno de ellos: "A despecho de la inercia popular, gracias a la decisión progresista de una minoría y con palpable disgusto de la masa del país, tenemos constitución liberal; con manifiesta repugnancia del pueblo y de las clases acomodadas establecimos la independencia de la Iglesia y el Estado y laicizamos la enseñanza oficial y con ostensible oposición de los mexicanos poseemos ferrocarriles y telégrafos".
Lo mismo hacía el presidente Zedillo cuando aseguraba que los críticos eran "una minoría" y que "el pueblo mexicano se identifica con el gobierno". Ya en la huelga del año 99, en la Universidad Nacional, los dos lados en conflicto hablaban de "nosotros, la Universidad" y dejaban fuera de la institución a todos aquellos que no estaban con su posición.
El asunto viene a cuento, porque en la situación política que estamos viviendo, encontramos que se usan dos maneras de hablar: la primera, que cualquiera siente que puede hablar en nombre de "los mexicanos", "los ciudadanos", "el pueblo", "los votantes", como si supiera a ciencia cierta lo que piensan, lo que aprueban, lo que desean, cómo votaron y, lo más importante, como si esos adjetivos englobaran a una unidad homogénea y sin fisuras.
Eso lo hacen desde el más célebre conductor de radio hasta una estudiante que en misiva reciente a un diario de la capital escribe: "El pueblo está harto, los ciudadanos estamos indignados". ¿Cómo lo saben? ¿No será que le atribuyen al pueblo y a todos los habitantes del país lo que ellos piensan y quisieran que fuera?
La segunda manera de hablar, derivada de aquélla, es que cualquiera siente que tiene la representatividad. Así, resulta que unos cuantos universitarios hablan en nombre de toda la institución, que hay más de 400 mil delegados del DF a la convención convocada por AMLO para el próximo día 16 de septiembre sin que los habitantes de la capital sepamos cómo adquirieron esa categoría ni cuándo y cómo los elegimos, y que un grupo de personas cometen actos de vandalismo en Oaxaca y consideran que eso representa lo que quieren los maestros o, como dicen ellos, "el pueblo" de esa entidad.
¡Si hasta cuando la representatividad se adquiere por elección, que se supone es la manera correcta de hacerlo en una democracia, muchas veces de todos modos no nos representa y siempre deja fuera a grupos! ¿A quién representaba aquel diputado que sólo quería irse de parranda a los antros? ¿O la nueva diputada que aun antes de tomar posesión ya está insultando a los indígenas?
Ya veremos mañana en el Congreso de la Unión, durante el informe presidencial, qué tanto nos representan nuestros legisladores. Allí se hará patente que, aunque fueron elegidos por mayoría de votos y por cuotas partidistas, seguramente no todos "los mexicanos" estaremos de acuerdo con la forma de actuar que decidan asumir, sea la que sea, grosera o respetuosa, porque sin duda hay quienes prefieren una y quienes consideramos que la otra es mejor para el país que deseamos tener.
Escritora, investigadora en la UNAM
1 de septiembre de 2006
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